He redondeado esquinas
para no encontrar monstruos a la vuelta
y me han atacado por la espalda.
He lamido mi cara cuando lloraba
para recordar el sabor del mar
y solo he sentido escozor en los ojos.
He esperado de brazos cruzados
para abrazarme
y me he dado de bruces contra mi propio cuerpo.
He mentido tanto
que cuando he dicho la verdad
no me he creído.
He huido con los ojos abiertos
y el pasado me ha alcanzado.
He aceptado con los ojos cerrados cofres vacíos
y se me han ensuciado las manos.
He escrito mi vida
y no me he reconocido.
He querido tanto
que me he olvidado.
He olvidado tanto
que me he dejado de querer.
Pero he muerto tantas veces
que ahora sé resucitar
-la vida es quien tiene la última palabra-.
He llorado tanto que se me han hecho los ojos agua
cuando he reído, y me he besado.
He fallado tantas veces
que ahora sé cómo discernir los aciertos de lo inevitable.
He sido derrotada por mí misma
con dolor y consciencia,
pero la vuelta a casa ha sido tan dulce
que me he dejado ganar
-prefiero mi consuelo que el aplauso-.
He perdido el rumbo pero he conocido la vida en el camino.
He caído pero he visto estrellas en mi descenso
y el desplome ha sido un sueño.
He sangrado, pero todas mis espinas
han evolucionado a rosa.
Y ahora mi vida huele a flor.
E. Sastre
No hay comentarios:
Publicar un comentario